a vosotras el poeta os cantó;
tras la siesta, al sosiego
de la tarde os inmortalizó.
Vosotras, moscas vulgares,
tuvisteis grande honor.
Pues de todos los andaluces
os cantó el mejor.
Ahora, aquí y en casa
no puedo con vosotras,
flechas torpes y erradas;
de cuantas criaturas hay,
las más pesadas.
Saltar y revolotear
es de vuestros juegos el mejor;
sobre sus pechos y mis espaldas,
cansados de vosotras los dos.
No errara el gran poeta
ni en sus formas ni palabras,
Dios me libre de juzgarlo.
Pero vosotras, ¡pobres diablos!
Saetas negras del día,
dardos cansinos de la tarde,
a cantaros quién osaría
y a soportaros quién osare.
Y pese a todo, voladoras,
sucias trepadoras,
tenéis un toque de gracia,
vosotras las aladas.
De vosotras me despido
y larga vida no os deseo
ni la buena fama ganada
a vosotras, negras saetas aladas.
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