miércoles, 18 de abril de 2012

Un susto de muerte

Era ya tarde. Hacía horas que el reloj había pasado de la medianoche y las campanas de la iglesia habían anunciado el comienzo de otra madrugada.

Se levantó de la silla donde se encontraba repasando un par de notas sin importancia. Ya había terminado sus quehaceres y se encontraba en completa soledad con sus pensamientos.
Ahora que su madre había ido a dormir, podía dedicarse a pensar en voz alta sobre el día tan ajetreado que había tenido. Un día largo. Un día de idas y venidas, de carreras desesperadas de un lugar a otro, sin descanso alguno, ni un triste minuto para reposar cuerpo y mente.
Pero por fin no quedaba nadie en la salita de casa, nadie podía ahora impedirle dar salida a sus pensamientos, encerrados durante casi veinticuatro horas en tan poco espacio.

Pensó en ver un rato la televisión para despejarse. Siempre le había funcionado cuando no estaba al cien por cien; no obstante, descartó rápido la idea. Tal vez si leía uno o dos capítulos del libro que había empezado...no, definitivamente no. Necesitaba dormir.
Un sueño reparador, de esos que duran horas y horas y se termina por perder la noción del tiempo, es lo que necesitaba.
Fue a prepararse. Después de apurar un plato con un par de dulces convenientemente puesto sobre la mesa de la cocina, fue al baño y se empleó a fondo con los dientes. Siempre decía que una dentadura sana es sinónimo de un alma sana.

Al llegar a la habitación, sobriamente decorada, decidió no encender la luz. Si descorría la cortina del balcón podía ver gracias a la luz de la luna que brillaba más llena que nunca. Mirar aquel cielo oscuro era un alivio para su embotada mente. Las estrellas lucían quietas en lo más alto de la bóveda, ajenas a lo que ocurría en aquel miserable rincón de un planeta perdido.
Fuera soplaba algo de viento. El balcón mal cerrado dejaba entrar un cuchillo de aire frío que agitaba la cortina sin demasiadas ganas. Se cambió y se tumbó a mirar el cielo a través de los limpios cristales.
De repente, como quien ve un espejismo en el desierto, le pareció que algo se movía en el balcón. Una sombra. Quizá algún ave nocturna que se hubiera posado en él. Contuvo el aliento como esperando algo más, un movimiento, un sonido, algo...
Nada. Se levantó de la cama y dudó si acercarse algo más a la ventana. Fuera lo que fuera aquello, estaba aún en el balcón, esperando un momento.
No sabía qué hacer. Su mente había comenzado a ir cada vez más deprisa siguiendo el ritmo desenfrenado del corazón. Oyó un sonido.
Poco a poco se fue acercando al cristal que separaba un mundo de otro. Empezaba a inquietarse. Fue pegando la mejilla al cristal para ver de reojo lo que había aterrizado en su balcón. Poco sabía entonces que no haría falta afinar la vista.

Salidos completamente de la oscuridad, de la nada, unos sanguinolentos ojos se clavaron frente a los suyos. Un gesto de terror se dibujó en su rostro y retrocedió súbitamente. Aquel ser abrió unas fauces terribles y pareció emitir un chillido que heló la sangre de quien lo oyó.
Ese fue el momento en que, en el retroceso, tuvo la mala suerte de pisar su propia ropa. Madre le había advertido miles de veces que tenía que poner orden en la habitación, pero siempre se había burlado de ella.
Mientras caía hacia atrás vio como aquel horrible ser, similar a un murciélago enorme o a una polilla de aspecto humano, levantaba el vuelo con una sonrisa aún en los labios. Lo último que sintió fue un fuerte dolor en la cabeza.

A la mañana siguiente, el pueblo entero se despertó con la espeluznante noticia. ¿Cómo moría alguien con aquella expresión de miedo en el rostro?¿Qué ser había causado un espanto tal que provocara la muerte más horrible de todas?

2 comentarios:

  1. como siempre buenisimoo deverias de sacar un libro seria la primera en comprarlo tenlo por seguro :D att: tu mxcnt

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  2. Me ha encantado, que arte... Eres un maestro de la palabra..

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