A muerto tañen las campanas;
alguien hoy nos dejó.
Parece que fue Julián Retama,
el anciano enterrador.
De un pueblo de mala muerte
fue del camposanto señor.
Siempre fiel a su puesto,
Julián Retama el enterrador.
En los bares decía el muy tunante,
decía, como digo, el muy bribón,
que en su trabajo lo enterrarían
y va primero en la procesión.
Dicen de los grandes artistas
que han de morir en los escenarios.
Julián Retama descansa
bajo el márol de sus lápidas.
Detrás de él va un par de amigos
y de sus primos, el menor.
Lo sigue el pueblo en tropel
cómo lo entierran a ver.
Hoy es otro el que trabaja
y el protagonista es aún él.
Quien va dentro de la caja,
a medio pueblo enterró él.
Y entre flores y rosarios
balbucean las viejas del barrio
por Julián Retama una oración.
Por Julián Retama el enterrador.
¡Qué Dios lo tenga en su Gloria!
dice el cura a los presentes.
¡Yo no me quiero morir!
piensan allí mismo las gentes.
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