sábado, 10 de noviembre de 2012

Reescribiendo a Espronceda: La canción del pirata

 
 
Con diez cañones a babor
y otros tantos a estribor
como cuchillo no abre el vasto azul,
sino que sobre sus olas se eleva
un alado bajel pirata
temido aquí y allá
por su bravura en el ancho mar.
 
Platea en el mar la luna,
aúllan los vientos en la vela,
y capuza su casco el navío
en mar azul de blanca espuma.
Y el capitán al alzar su vista,
alegremente cantando,
ve dos continentes hermanos
y una ciudad de maravillas.
 
Surca el mar, mi navío,
sin temor alguno a enemigo,
que ni aquellos ni temporal
tu singladura pueden frenar
ni tu voluntad a amedrentar.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad.
Mi ley la fuerza y el viento.
Mi única patria la mar.
 
 
Dos decenas de britanos
en las bodegas presos van,
y a mis pies ocho decenas más
de naciones se han rendido.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad.
Mi ley la fuerza y el viento.
Mi única patria la mar.
 
Allá las ambiciosas coronas
envíen a sus vasallos a morir
por un par de acres, si no menos,
que cuanto yo quiero y poseo,
lo abarca mi vista al horizonte,
anárquico e indomable mar.
 
Costa no hay en esta tierra,
ni esplendoroso blasón o bandera,
que no de rienda a mi deseo
ni pecho a mi valor.
 
Al grito de terror
ante mi llegada aquí y allí,
se ha de ver cómo huyen
y aterrados se defienden,
pues soy un tirano de temer
cuando ataco con furia.
 
Cuando acaba la masacre
el botín se reparte
por igual entre los hombres,
que todo cuanto yo deseo
es la belleza del mar.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad.
Mi ley la fuerza y el viento.
Mi única patria la mar.
 
Condenado a muerte estoy,
y rezo por la soga que siento al cuello
esperando que la fortuna no me deje y me abandone.
Y juro a mi ejecutor juzgar
y de un mástil colgar.
 
Mas si muero
¿qué importa?
Muerto yo nací
al mundo cuando, fiero,
contra el yugo me sacudí.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad.
Mi ley la fuerza y el viento.
Mi única patria la mar.
 
Himnos son los aquilones,
bramidos y clamor
de los vientos que sacuden
cables y cordajes.
Y el rugido de mis cañones
es el sonido de Dios.
 
Y del trueno, el viento y olor
a mar, salitre y libertad,
yo hago una nana dulce
y me entrego a los brazos del mar.
 
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad.
Mi ley la fuerza y el viento.
Mi única patria la mar.


 

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